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Hitler y el mito de la obediencia ciega



En todos los documentales, películas, novelas y series relativas de la segunda guerra mundial,  las que retratan como era el día a día del liderazgo alemán,  dan entender que las ordenes de Hitler en la milicia eran obedecidas al pie de la letra y sin quejas.     Inclusive, se da la idea de que cualquier oficial general que le llevara la contraria era condenado a muerte.





La verdad: fue todo lo contrario.

Aunque la palabra de Hitler en cada decisión militar  era final.  La verdad es que los generales alemanes no tenían ni el más mínimo reparo en discutir acaloradamente con Hitler sobre las estrategias y medidas a tomar durante la guerra.   Y lo hacían sin medio a represalias.
Claro el poder Hitler sobre el ejército alemán era enorme.  El sabía que debía controlar el ejército para imponer su dictadura.    Desde la época de la Alemania Prusiana existía algo denominado “Estado dentro del estado”.

Este modelo gobierno hacia que el ejército alemán fuera un estado independiente al estado civil.    Inclusive, este estado militar se imponía sobre el civil muchas veces.    Durante la guerra Franco –prusiana, el ejército se negó a darle información sobre las estrategias de guerra a Bismark por ser civil.

Durante la primera guerra mundial este estado militar asumió una dictadura en las “sombras” sobre Alemania.  Durante la era de Weimar  muchas veces impusieron el orden en los gobiernos civiles alemanes.



Durante el nazismo hubo un acuerdo tácito entre Hitler y el ejército alemán: No te metes con  el ejército, y el ejército no se mete contigo.   Al iniciar la guerra el este acuerdo quedo intacto pero Hitler organizo toda una serie de planes y estrategias para  decapitar el ejército alemán para ser sustituido por las SS (cuya organización también era un estado dentro del estado).

Así tendría el control total de Alemania después de la guerra.

Durante la guerra Hitler y sus generales se reunían y  discutían por días enteros las estrategias, acciones  y planes a tomar, de nuevo, sin temor a represalias.   Las discusiones eran legendarias, muy fácilmente llegaban a los gritos y a los insultos.     Esto era considerado parte de su trabajo, por lo tanto, tenían derecho  a inmunidad de expresar su descontento o exponer sus planteamientos.  
Según este modelo de liderazgo prusiano, aunque toda decisión era discutida ferozmente una vez que una decisión era tomada, es ejecutada hasta el final.  Sin validaciones ni dudas.

Durante la segunda guerra mundial ningún general  fue ejecutado por discutir y/o disentir de las  decisiones de Hitler.     Los casos más extremos, los generales  que  se “oponían” mucho eran transferidos o retirados.    En el segundo caso, mayormente, se volvían a recontratar y reasignar en el campo de batalla.

Aunque  las órdenes eran ejecutadas hasta el final, muchas veces no eran obedecidas al pie de la letra.  O solo obedecidas en el papel.            Hubo casos como el del general  Heinz Guderian, no solo insulto a Hitler en más de una ocasión.   Indicando que no tenía ni la más mínima idea de estrategia militar.     Sino que abiertamente indico que no obedecería ordenes que no tuvieran sentido.

¿Qué hizo Hitler al respecto?

Mandarlo a retiro sin castigo alguno.  Para meses después enlistarlo de nuevo para que dirigiera operaciones en el frente oriental.



Guderian no  fue el único en desobedecer órdenes de forma discreta o abiertamente,  Dietrich von Choltitz se retiro de Paris sin haber quemado la ciudad como se le ordeno.       Rommel  desobedeció abiertamente las órdenes de Hitler de cómo tratar a los prisioneros de guerra.   Siendo los ejércitos bajo su mando los que mejor trato a los soldados del bando contrario, no solo eso, se negó a identificar a los soldados enemigos que eran judíos y enviarlos a los campos de concentración.

Como los ejemplos anteriormente nombrados hubo muchos casos de oficiales, generales y tropas  que, bordeando la insubordinación,  desobedecieron o ejecutaron ordenes a medias.  El hecho que el modelo alemán militar permitía la disidencia sin castigo posibilito  en los juicios de Núremberg  anular la defensa de los militares de que solo estaban siguiendo órdenes al ser juzgados.


La obediencia ciega no sirvió de excusa al haber precedente de oficiales alemanes que desobedecieron  “extremas” sin haber recibido castigo.

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